El día que nos desconectamos

Costa Rica atraviesa por una desconexión social, una crisis de liderazgo y una incapacidad para decidir.

Nuestra democracia ha llegado a un punto de inflexión. No todo está mal. Pero eso que no camina bien, puede cortar más las alas al país que nos entregaron.

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Con diecisiete elecciones ininterrumpidas, estamos dentro de las 25 democracias plenas del mundo (Economist Intelligence Unit). Pero nunca habíamos tenido una sociedad tan enfrentada.

Los procesos electorales son limpios y creíbles. Pero el sistema de partidos pasa su peor momento: es prácticamente inútil para formar coaliciones, tanto, que no importa quién esté en el poder, los acuerdos de peso simplemente no llegan.

Nuestra institucionalidad es envidiable. Los gobernantes respetan la constitución y la alternancia en el poder. Pero los costarricenses ya no confían en ellos, por esa continua promesa democrática incumplida de la que habla el Estado de la Nación del 2014, que confirma que nuestros políticos no entienden lo que el país necesita.

Salimos ilesos de los complicados 80’s y dimos un giro al modelo en los 90’s. Pero perdimos el consenso en el nuevo siglo, con una cultura de bloqueos que ya duele en los resultados fiscales, en los de empleo y de competitividad.

Somos una economía en transición a una competitividad basada en la innovación (Foro Económico Mundial, 2014), candidata para ingresar a OCDE. Pero al mismo tiempo, una que vive lo que el Estado de la Nación llamó la “trampa de los ingresos medios”: un país en el fin de la etapa de “ganancias fáciles de desarrollo”, que ve debilitadas sus fuentes de crecimiento.

Tener una sociedad altamente educada y alfabetizada, no impidió que el 2014 terminara con 228,4 mil desempleados, disparando a 10% la tasa de desocupados (INEC, 2014).

La nación sigue siendo atractiva para la inversión extranjera directa, escalando en áreas como servicios corporativos y digitales, y ciencias de la vida. Treinta y nueve proyectos nuevos se instalaron en 2014, y generaron por lo menos 6 mil puestos de empleo neto (CINDE, 2014).

Pero los puestos de trabajo creados fueron insuficientes para atender el aumento de la población en edad laboral. Y los trabajos perdidos en los últimos 3 meses por cierre de empresas (26 mil, INEC, 2015), no son del perfil de esas plazas que atrae la inversión extranjera.

Además nuestro mercado de trabajo está desconectado de las profesiones que las universidades privadas ‘escogen’ lanzar a la calle.

Hay consenso en que el país necesita una reestructuración fiscal. Pero las partes involucradas (sobre todo los poderes del a República y el sector privado) no han encontrado el camino para consensuar un proyecto funcional. Mientras tanto, Fitch Ratings degradó la calificación del país de ‘estable’ a ‘negativa’, y Moody’s nos quitó el grado de inversión.

Tenemos un país con sólidas bases de educación e institucionalidad y con alto potencial. Pero atravesamos por una desconexión social, una crisis de liderazgo y una incapacidad para decidir.

Porque no hemos interiorizado, que con unos pocos confrontados, matamos las oportunidades de todos; que lo que me interesa a mí, no necesariamente es lo que le conviene a la mayoría, y que el tiempo se nos agota y los ciclos económicos no esperarán a que nos decidamos.

El precio a pagar por seguir en la mesa defendiendo nuestra posición, inflexible e inamovible, es quebrar, de a poquito, la tacita de plata de ese ejemplar país que resultó de las reformas de 1949.

Todo por obsesionarnos con lo que nos diferencia, y no con lo que nos une.

Juan Manuel Fernández C.
@juanma_cr

Versión para blog en 89decibeles: El día que nos desconectamos

FOTO/Alejandro DP

Publicado por Juan Manuel Fernández C.

Editor de negocios. Periodista. Investigador. Especialista en marketing de contenidos, economía y negocios.

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