Para tener mejores países, la transparencia debe fluir en dos vías: recaudadores y contribuyentes.
En la misma lista, figuraban traficantes de armas, contrabandistas de diamantes, artistas, deportistas, políticos y empresarios.
La noticia que circuló mundialmente en febrero, de que la sede en Suiza de HSBC parecía prestar un servicio de evasión fiscal legal e ilegal, llama a replantear los alcances y limitaciones del secreto bancario.
La lista de clientes con millonarios saldos de evasión superaba los 100.000 usuarios, y Latinoamérica no fue eximida de la misma.
Ejemplos extremos como este, de pasar de tener cuentas en el exterior a esconder el dinero de las autoridades tributarias, es una interminable trampa que genera nuevos controles y más desconfianza.
A menos de una década de atravesar una importante contracción económica, la diferencia entre lo que ingresa y lo que se gasta en la región de Centroamérica, asciende casi a los seis puntos porcentuales del PIB (Icefi, 2014).
Esto quiere decir que nos movemos en un entorno de gobiernos necesitados de ampliar su base de contribuyentes, reducir las exoneraciones fiscales y buscar aumentar la carga tributaria, con controles más agresivos y sofisticados.
Lea también: Centroamérica: El infierno en dos ambientes
Pero la ausencia de proyectos fiscales y proyectos de país con visión de largo plazo, genera la necesidad de constantes ajustes a las regulaciones que impide que los empresarios puedan planificar la parte fiscal de su operación a periodos superiores a un año.
Y entonces tenemos un círculo vicioso: estados que presuponen que la empresa busca formas de evadir impuestos (cuando no siempre es así); y empresarios que sienten que el gobierno se abalanza sobre sus ganancias para gravar todo lo que puedan.
Para tener un mejor desarrollo en infraestructura, educación y salud es necesario mantener una cultura transparente de recaudación y pago de impuestos.
Ni se justifica el gobierno que malgasta los ingresos de sus contribuyentes, ni el ciudadano que pretende mejores países sin hacer su aporte.
Acusarnos unos a otros solo nos hará divagar en la trampa fiscal de la desconfianza.