El Mundial de Rusia no está lejos. La Copa Oro hay que jugarla como si fuera eliminatoria. ¿Será que vencemos los miedos?
Juan Manuel Fernández C. | @juanma_cr
El problema (o la belleza) de Brasil 2014 fue que descubrimos hasta dónde podíamos llegar. Debería ser el argumento para perder el miedo a jugar en el primer mundo.
Pero en dos amistosos (Paraguay y Panamá) y luego de las eliminaciones de tres equipos ticos en Concacaf, en series que definitivamente estaban para más, nos preguntamos si retrocedimos al tiempo que nos daba pánico la casaca mexicana.
Y es que el fútbol en el país y en la región ha crecido, y las diferencias con las potencias se han achicado. Hay jugadores centroamericanos en importantes ligas del mundo, que por su nivel no tienen nada que envidiar a las figuras mexicanas y estadounidenses.
Pero algo nos pasa en los partidos importantes. Los equipos se desinflan en los momentos cruciales.
Del 4 al 26 de junio será la Copa Oro, e independientemente de los favoritos y la conformación de los grupos, nos interesa ver cómo Centroamérica retará sus propios límites: superar la posición de subcampeón (obtenida por Honduras en el 91, Costa Rica en el 2001 y Panamá en 2005 y 2007).
Si nos remitimos a esos cuatro subcampeonatos y a lo que Costa Rica le pudo hacer a tres campeones mundiales en Brasil, podríamos pensar que un centroamericano sí tiene posibilidades de salir campeón.
Pero cuando llegue la hora de la verdad se nos tiene que quitar ese pánico a las camisetas norteamericanas. Un pánico que sentí revivir en el Azteca, con el Herediano perdiendo 0–6 ante América.
Ahora queda solo esta y otra Copa Oro más antes de Rusia 2018.
El mundial no está lejos. Hay que jugarlo como si fuera eliminatoria. Hay que pelearlo como si fuera la Copa del Mundo. Y hay que vencer nuestros miedos, antes de vencer a los rivales.
FOTO/Flickr de Esparta Palma