Las molestias por la inminente reelección de Blatter, y por los mundiales de Rusia y Catar, desafían la supremacía de la FIFA.
Juan Manuel Fernández C | @juanma_cr
El actual conflicto Ucrania-Rusia se metió al fútbol, cuando el presidente ucraniano, Petro Porochenko llamó desde un diario alemán a boicotear el Mundial 2018 si Rusia no retiraba las tropas de su país.
La cita coincide con más controversias. Ya la semana pasada, la europea Asociación de Ligas de Fútbol Profesional (EPFL), criticó a la FIFA por organizar en noviembre y diciembre el mundial del 2022, decisión que entra en conflicto con el calendario europeo de juegos.
El presidente de la EPFL, Frédéric Thiriez, sentenció sin tapujos a AFP que el fútbol está dirigido por “la nobleza y el clero”, y tachó a la FIFA y a la UEFA de ser “élites poco abiertas a la negociación”.
En la misma semana, una ONG francesa denuncia a una constructora del mismo país, Vinici, por “reducir a esclavitud” a trabajadores extranjeros por las obras del mundial de Catar.
Y la polémica sigue, con las declaraciones de dos candidatos retadores de Joseph Blatter como preámbulo a las elecciones de mayo para presidente de la FIFA.
El portugués y ex Balón de Oro, Luis Figo, pronosticó que la FIFA perderá cuatro años en “transparencia y modernización” si el actual dirigente consigue ser reelegido para un quinto mandato.
Por su parte, el holandés Michael Van Praag, presidente de la Federación Holandesa de Fútbol prometió que, en caso de ser elegido, sólo permanecería por cuatro años en el cargo.
“En la FIFA no se habla nunca de reducción de costes. Yo propongo hacerlo. También necesitamos más democracia”, dijo.
Y con todo, el suizo de 79 años sigue seguro de su reinado. Ante la demanda del gobernante ucraniano, solo se limitó a decir: “los boicots nunca dieron resultados”.
¿Será que es inmune a su entorno?